Amanece en Trinidad y ya son las 7.00 a.m., pues en todo el país rige el horario de verano debido al déficit energético. Ahora todos tienen un margen de treinta minutos para llegar al trabajo.
En casa de Julia desde hace más de una hora hay luz y sonido de jarros y conversaciones, pues su esposo Franco, con casi ochenta años, ya ha desayunado y está en la puerta de la calle, sentado en una silla de metal, mirando hacia la Iglesia en reparación. Dice que alguien tiene que vigilar a los obreros que se están robando los materiales de la obra. El afirma que es lo que orienta la televisión. Todos en la familia lo critican, pues maldita la necesidad que tiene de coger el frío de la mañana, pero todo parece indicar que no lo van a convencer.
Alberto, casado con Mirta, la hija mayor de Julia, ya se ha marchado al Hotel Costa Sur, donde trabaja como sonidista. Hoy le informarán hasta cuando estará cerrado el Hotel, que fue muy dañado por el huracán Rita en Julio pasado. Desde entonces recibe un porciento del salario, pero gracias al tiempo libre, siempre tiene algún ingreso, reparando equipos de sonido en un taller que ha improvisado en el patio de la casa.
Mirta, quien dirige una secundaria básica urbana en la población costera de Casilda, tiene dos hijas, Elita de veinte años, profesora de un círculo infantil y Juanita, estudiante de séptimo grado y promesa en el juego de ajedrez.
Nolia tiene otro hijo, a quien todos conocen como Fernán, apócope de Fernando. Es Doctor en Ciencias Agronómicas, trabaja en la Facultad de Montaña y vive en Tope de Collantes, en el centro del macizo montañoso del Escambray. Actualmente tiene un contrato por dos años con una universidad en Brasil, pero en estos momentos está en Cuba de vacaciones. El, que ya tiene cuarenta años, se ha casado en dos ocasiones y del primer matrimonio tiene dos hijos, que viven en Ranchuelo, provincia de Villaclara.
Franco mira fijamente hacia la entrada lateral del templo. Ha visto movimiento; el custodio abre la puerta, sale al portal, camina hacia la pequeña puerta del enrejado y abre el candado. Entonces cae en cuenta que Franco está a pocos metros y lo observa fijamente.
-¿Qué tal mi viejo?, le dice con una sonrisa indescifrable.
-Viejo mierda, que te estoy vigilando, cabrón, o tú crees que no sé que tú eres el que se roba el cemento y las tablas.
El custodio se rasca la cabeza y mira fijamente a Julia que ha salido a la puerta, secándose las manos en al delantal. Julia lo mira y le sonríe de manera cómplice con un gesto que es un llamado a la tolerancia.
-¿Quiere un poco de café, compañero?
Franco se pone de pie de un salto y mira a su mujer con indignación, pero no dice nada.
-¿Qué pasó Franco, estás molesto?-dice Julia.
-Sigue, sigue dándole confianza a estos bandidos y tú verás que a lo mejor hasta vas presa.
Franco vira la silla y le da la espalda a Julia, pero mira con disimulo al custodio.
-Gracias compañera, ya tomé café. Permiso, tengo que seguir abriendo las puertas, pues los trabajadores están al llegar.
Julia le mira con una sonrisa artificial hasta que desaparece en el interior de la iglesia. Después fulmina a Franco con una mirada, al tiempo que mueve la cabeza negativamente.
-Oye, ¿porqué tienes que insultar a la gente que ni conoces?. ¿Tú estás loco o qué?. Tú crees que porque eres un viejo hay que aguantarte tus majaderías. Mira, porqué no te sientas allá enfrente y te entretienes viendo los arreglos del parque.
-Porque no me da la gana. Yo voy a quedarme vigilando los trabajos de la iglesia. Yo sé que ahí hay maraña con los materiales.
Julia entonces se ha quedado en el dintel de la puerta. Observa con interés como una enorme grúa levanta la estructura de metal que corona la pérgola que fue derivada por el ciclón. Mientras varios soldadores comienzan a trabajar con el fin de fijar la estructura metálica a los pilares.
-Abuela, le dice su nieta desde el interior de la casa, ¿quién me cogió la libreta que yo dejé sobre la mesa del comedor?
-Pregúntale a tu madre. Ella fue la última en acostarse anoche.-Le responde mientras entra a la casa.
-Ahora mama está en el baño y tengo que ver al profesor de ajedrez antes de entrar a la escuela. Si no llevo la libreta con las anotaciones del partido de ayer no me califica. En esta casa no se puede dejar nada en la mesa. Simplemente, desaparece.
-¿De qué libreta tú hablas, Juanita? – dice Mirta que sale del baño, todo lo dejas regado y después le echas la culpa a los demás cuando se te pierden.
-Yo le voy a decir a mi profesor de ajedrez que las cosas de su signatura se pierden en mi casa.
-Y yo le voy a decir a tu profesor de ajedrez que tú no cuidas nada, ni tu libreta de ajedrez, ni ninguna otra libreta, porque donde quiera una se encuentra tus cosas de la escuela y tú no te acuerdas hasta que te hace falta. Mira, busca encima de tu bulto y no digas ni una palabra.
-¿Tú lo pusiste allí-
-¡Busca en tu bulto, Juanita!- le dice con energía.
Elita ha salido de su cuarto a medio vestir como un torbellino.-Abuela, se me hace tarde sírveme el desayuno.
-Esta es otra, se acuesta a las mil y quinientas bailando y ahora quiere hacerlo todo corriendo.
-Abuela, tengo que aprovechar la Semana de Cultura, porque después esto es un aburrimiento mortal. Uno es joven, ¿No?
-Mortal, si mortal es la vida que llevan ustedes. En mis tiempos se iba a bailes y otras fiestas, pero a las 10.00 a más tardar en la casa. Ahora quieren estar hasta en todas y después…
-Yo tengo que ir a todas las actividades de la Semana de Cultura y cuando salga del trabajo me voy para el Museo Romántico. Van a cantar Pedrito González y la Profunda. Después como cualquier cosa por ahí y voy a la exposición que inauguran en la Galería de Arte. A las 9.00 en la Plaza para la Gala, que hoy esta volá y para rematar a bailar reguetón en Jesús María.
-Rematá va a estar ella cuando caiga en la cama, ¡ay mi madre!.
-Bueno, despejen el área, que tengo que trabajar, – dice Alberto, que ha regresado de la parada del ómnibus, pues le dijeron que se había suspendido la reunión por problemas con el transporte. Ahora tiene que sacar sus herramientas para comenzar a reparar una bocina.- Dentro de un rato llega el dueño de este hierro y necesito tranquilidad.
-Por mi parte,- dice Mirta- yo me voy para la escuela, así que yo si no estorbo.
-Ni yo,-Añade Julia, yo me meto en mi cocina y ni hablo.
-Y yo me voy para el aula de ajedrez primero, después para mi escuela.
-Entonces la que molesta soy yo-Dice Elita- Menos mal que pronto me caso y entonces no molestaré a nadie en esta casa.
-Vamos a ver si en casa de tu suegra te van a aguantar tus majaderías- Dice Alberto mientras se ríe.
-Y por otra parte hay que ver si te pueden mantener el apetito, pues con lo que tú y tu novio ganan, con el hambre que siempre tienen, no creo que los soporten en casa de tu suegra.
-Pues mira que a los dos nos van a aumentar el sueldo y vamos a ganar una bola de pesos.
-Bueno,-dice Alberto,- a todo el mundo se lo van a aumentar, pero con lo que comen ustedes dos le van a tener que pagar el doble.